En el anden, las puntas de mis zapatillas casi se asomaban por el borde, pasaban todo lo que había, quedaban en el aire.. esperaban.
Una brisa pasaba, volaba mi pelo ya despeinado, como todas las mañanas.
Esta era una más, otro día más pero tenía algo particular. Mi pensamiento.
Había llorado toda la noche, no había podido siquiera dormir.
Esperaba, como todos ahí. Queríamos llegar, pasar las hs para poder volver a casa, aunque, la verdad, yo tenía otros planes.
Sentía el ruido, era cada vez más fuerte, cada vez más cerca. La formación tenía sus luces prendidas, me cegaban. Sonaba la bocina pero mis pies seguían ahí, flotanfo en el borde, entre la vida y la muerte. Pensé, como toda la mañana, "acá llegué".
La bocina seguía, más fuerte, más larga, me retumbaba entre pensamientos.
Manos, caminatas, cafés, siestas, noches, sexo, pasión... amor. Todo aquello que en tan poco tiempo había perdido me tenía ahí, en el borde... de todo.
En poco tiempo pensé que si no llegaba a pasar, que algo salía mal y no me iba. Si no podía dejar este mundo, la tortura iba a ser peor que todo ésto. Iba a ser peor que la misma soledad que en estos momentos cargo, acá y allá.
Dos segundos antes que el borde de la formación pudiese tocar mi cabeza, sentí un viento que me tiró hacia atrás. Volví, o mas bien, me quedé. Acá. Sola.
Nadie lo notó, nadie miró, nadie dijo nada. Nadie se acercó, no preguntaron si estaba bien, si necesitaba algo. Nadie hace ni dice nada.
Entonces creí que haber hecho lo correcto.. lo dudo, constantemente. Subí, bajé y tranajé. Por la tarde ese pensamiento no se cruzó en mi, sólo dormí, como todas las vueltas.
A veces creo que te entiendo. A veces creo que amamos demasiado.
Vos te fuiste... yo me iré?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario